Los
ambientes acuáticos concentran gran parte de la biodiversidad del planeta, lo
que es comprensible si consideramos que la vida surgió en estos ambientes hace
aproximadamente 3,500 millones de años, que comprenden más del 70% de la
superficie de la Tierra y abarcan una gran variedad de hábitats, incluyendo
dulceacuícolas, salobres y marinos.
Los
primeros estudios de genética de poblaciones en especies marinas, basados en
isoenzimas, mostraban que la estructura genética poblacional podía estar
influenciada por el hábitat, la capacidad de dispersión y las conductas
filopátridas, los cuales afectan el flujo génico.
En
especies con una alta capacidad de dispersión y/o amplia distribución se
detectaron patrones de baja diferenciación genética interpoblacional.
Así,
en peces teleósteos marinos la baja diferenciación genética entre poblaciones
se ha asociado al hecho de que los adultos llevan a cabo un gran movimiento,
muchas veces vinculado con las corrientes marinas, y que aparentemente en los
océanos hay menos barreras al flujo génico. En las poblaciones de algunos peces
del Pacífico con larvas pelágicas se manifiesta una uniformidad genética,
contrario a lo observado en especies que carecen de esta fase.
También,
se ha encontrado en algunas especies de invertebrados (erizos, langosta,
camarón, mejillón) y peces (de arrecifes, costeros, cosmopolitas pelágicos
perciformes y atún) que las fases larvarias planctónicas de larga duración
ofrecen la oportunidad de llevar a cabo un intenso flujo génico a gran escala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario